Jaime Alemán: del mundo al borde del espacio

Vivencia personal de alcanzar el borde del espacio y haber logrado una ilusión personal
Durante más de seis décadas, Jaime Alemán ha recorrido el planeta y acumulado vivencias que lo transformaron. Lo que comenzó como un viaje infantil a las Cataratas del Niágara se convirtió en una pasión que lo llevó a visitar cada país del mundo, alcanzar los dos polos y, finalmente, cumplir un sueño insólito: llegar al borde del espacio.
Los primeros pasos de un viajero
Su padre fue nombrado negociador de los Tratados del Canal de Panamá, y la familia se mudó a Washington. Allí, a los 11 años, Alemán descubrió el poder de viajar. Más tarde, en la Universidad de Notre Dame, decidió pasar un año en Francia, lo que le permitió recorrer Europa, conocer la Unión Soviética y Polonia, y contrastar la prosperidad de Occidente con la tensión del bloque oriental.
Antes de graduarse, se unió a un programa académico en barco que dio la vuelta al mundo. De Marruecos a Sudáfrica, de India a China, cada experiencia fortaleció su vocación por explorar.
Carrera profesional y vida viajera
Con un doctorado en Derecho en la Universidad de Duke, trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo en Washington antes de regresar a Panamá, donde fundó la firma Alemán, Cordero, Galindo & Lee (Alcogal). La expansión internacional del bufete lo llevó a abrir oficinas en Asia, Europa y Sudamérica, viajes que aprovechaba para conocer culturas y países.
Junto a su esposa Pilar y sus hijos, convirtió las vacaciones en auténticas expediciones: Australia, Nueva Zelanda, Nepal y hasta el Everest. “Los recuerdos superan siempre a las fotos”, afirma.
Un reto inesperado: los 193 países
En 2015 ya había visitado 120 países, sin proponerse una meta. Fue su esposa quien lo animó a completar los 193 reconocidos por la ONU. Así, recorrió zonas de guerra como Afganistán, Libia y Yemen, y lugares remotos del Pacífico. Finalmente, se convirtió en el primer hispanoamericano en visitar todos los países del mundo.
“La pasión por viajar, por descubrir y reinventarme siempre me impulsó”, asegura. Esa misma fuerza lo llevó a nuevas fronteras: el Polo Sur, adonde llegó en jet privado, y el Polo Norte, al que arribó en rompehielos junto a su hija Sophie.
El salto al espacio
Tras alcanzar ambos polos, nació un nuevo sueño: explorar el espacio. Optó por Blue Origin, la empresa aeroespacial de Jeff Bezos, y tras meses de preparación física, yoga y entrenamiento psicológico para superar su miedo a las alturas, fue seleccionado para abordar una cápsula espacial.
La preparación fue intensa. Alemán recurrió a psiquiatras, terapeutas de meditación y entrenadores para vencer la ansiedad. Relata incluso un momento espiritual decisivo: “Durante una meditación sentí la presencia de mi madre conmigo, como si me dijera: ‘Yo voy contigo’. Esa experiencia me dio la paz necesaria para enfrentar el reto”.
En Van Horn, Texas, entrenó jornadas de 12 a 15 horas junto a un equipo reducido. Allí, en medio del desierto, se familiarizó con los protocolos del vuelo y las maniobras de seguridad.
El día del lanzamiento se levantó a las cuatro de la mañana con una serenidad que lo sorprendió. “Miraba las estrellas y pensaba: pronto estaré allá arriba. No había miedo, solo paz”.
El despegue fue sobrecogedor: las llamas, la vibración, el impulso que lo llevó más allá de la atmósfera. Una vez en el espacio, se enfrentó al silencio y a la oscuridad. Decidió no flotar, sino contemplar la Tierra desde arriba. “Ese azul que cubre nuestro planeta, rodeado por la infinita oscuridad, es la mayor obra de arte que uno pueda imaginar”.
La reentrada fue igual de intensa: la cápsula descendió a gran velocidad hasta que se desplegaron los paracaídas multicolores. “Cuando sentimos los tres golpes y vimos los paracaídas abrirse, gritamos y celebramos: ¡We made it!”, recuerda.
Con este vuelo, Alemán se convirtió en el primer hispanoamericano en visitar todos los países del mundo, los dos polos y el espacio. Su hazaña ha sido reconocida en foros internacionales y le ha abierto puertas para compartir su experiencia como ejemplo de perseverancia.
Hoy forma parte del club de aventureros Nu Menia, pero insiste en que su motivación nunca fue la fama. “No tengo redes sociales, lo hice por pasión, por cumplir un sueño”, asegura.
“Este logro no empezó en el espacio”, reflexiona. “Comenzó con el amor por descubrir el mundo. Y lo culminé en el borde mismo del universo”.